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La salvación

Que es la salvación?

En primer lugar debo afirmar que estoy seguro que tras la muerte hay otra vida diferente.

Jesucristo vino a traer buenas noticias.

La misión que tenía encomendado es muy importante para nosotros.

Jesús sabe que todos nosotros estamos en peligro.

Vivimos una vida normal, con nuestros problemas, alegrías y tristezas, pero desconocemos lo que nos espera, desconocemos el más allá.


El hombre y lo que nos rodea en este planeta es creación de Dios.

Dios hizo al hombre perfecto en sus inicios, pero el hombre desobedeció y rompió los lazos que le unían con su creador.

A partir de ese momento el hombre conoce la muerte y se echa a perder.

Ese "pecado" se transmite a modo de virus por toda la descendencia de la humanidad.

Solo el sacrificio del Hijo de Dios es capaz de restaurar esta relación y esta situación.

La muerte de Cristo en la cruz pone fin a una trayectoria de muerte espiritual en todos los hombres.

Por tanto, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.

(Romanos 5, 12)


Aunque no lo entendamos y nos suene a extraño estas afirmaciones, tienen un transfondo más importante de lo que aparenta.


Porque la paga del pecado es la muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.

(Romanos 6, 23)


El precio de nuestro errores y pecados es la muerte eterna, pero el regalo de Dios es la verdadera vida eterna a través de Jesucristo.


El mundo espiritual (bueno o malo) nos espera en el otro lado, justo el día en que fallezcamos y ese día nadie sabe cuando será.

Debemos estar preparados pues.

¿En que me baso para declarar estas afirmaciones tan extrañas para algunos no habituados a este lenguaje?

Las sagradas escrituras nos dan la respuesta, la Palabra de Dios.

La muerte de Cristo borra todos nuestros pecados, borra todos nuestros delitos por graves que sean, por terribles que sean.

Aunque el hombre hace distinción en los delitos, leves, graves o muy graves, para Dios, los delitos, culpas o pecados, son todos iguales.

Todos son graves y todos nos excluyen de una vida eterna en la presencia de Dios.

Muchas personas piensan que el cielo debe ganarse con meritos propios, con sufrimientos y torturas que nos hagan aptos a los ojos de Dios, pero esto es una equivocación.

La salvación del hombre no depende del hombre ni de sus inútiles esfuerzos.

No hay esfuerzos suficientes para ganarse el cielo, y la solución es más fácil de lo que parece.

Una solución que por lo fácil que es, muchos ignoran o no lo tienen en cuenta.


De los dos ladrones condenados que estaban muriendo a ambos lados de Jesús, uno se burló él diciéndole "si tu eres el Cristo, sálvate a ti mismo y también a nosotros", pero el otro reconociendo la inocencia de Jesús, creyó en él, diciendo "acuérdate de mi cuando vengas en tu reino".

La respuesta de Jesús en aquellos momentos para el segundo fue: "de cierto te digo que hoy estará conmigo en el paraíso"

(Lucas 23,39).

Jesús sabía a lo que venía, no fue crucificado por casualidad ni por un error de cálculo.

Venía a morir con la pena de muerte que se estilaba en aquella época: la muerte de cruz.

La cruz no era un símbolo sagrado como lo concebimos ahora, era la de pena de muerte.


Así pues y según el relato para un condenado a muerte, no es imprescindible ser una persona religiosa, ni bautizada, ni santa, ni perfecta, ni dedicada a una vida de monasterio, ni dedicada al tercer mundo, ni ser bondadosa con los demás, para entrar en el reino de los cielos.
El ladrón de la cruz, era un delincuente, creyó a última hora y fue salvado por palabras del mismo Jesús.

Solo es necesario decir SI y aceptar ese sacrificio.

Si tu SI ha sido real y de corazón, tu vida deberá reflejar un cambio.

Si tu SI ha sido solo intelectual y mental, el cambio no se ha producido.

Cuando se toma un compromiso matrimonial, el SI debe ser sincero y de corazón, y debe reflejar un amor real y perdurable. No es un amor de dos días.

Para el que va a morir, el sí sincero le salva.

Para el que va a vivir, el sí sincero le salva, si su actitud de vida le acompaña.


Esto es un ejemplo del compromiso que significa creer, y este es a mi entender el significado de la palabra salvación que mientras vivimos en la tierra está a nuestro alcance.


No menospreciemos una salvación tan grande que nos ofrece nuestro Dios creador. Nos jugamos la eternidad.


Guillermo Blanco 25-8-2010