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El precio del pecado

Basándome en un texto bíblico bastante conocido en el mundo cristiano, quiero comentar lo que cuesta el precio del pecado, el precio de hacer el mal, lo que nos cuesta llevar una vida incorrecta, injusta, inmoral, una vida no perfecta.

En el libro bíblico de Romanos 6, 23 aparece el siguiente texto que recalca de forma sencilla y corta pero muy trascendente y rotunda, nuestra situación como especie humana:


“Porque la paga del pecado es la muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”


Es una información dada al apostol Pablo que refleja una dramática situación y también una solución inminente.

Siendo una solución especialmente gratificante y espléndida al problema que nos atañe, entra en juego la credulidad o incredulidad del individuo.

Solo se requiere de un mínimo de fe para aceptar el problema y la solución.

Si como la mayoría, se desprecia todo el texto integro, el destino tal como indica el verso, es la muerte irremediable.

No hemos de portarnos mal para obtener esta muerte eterna, ya estamos todos metidos en ella.


Desglosemos ambas partes del verso;

¿Qué significa la paga del pecado es muerte?

Primeramente debo reconocer que la palabra “pecado” está totalmente en desuso en nuestra sociedad actual y solo aceptada en el ámbito religioso, pero aun así, sigue teniendo un significado muy claro.

Pecado es maldad en todo su contenido.

Pecado es matar, robar, asesinar, y así también lo contemplan nuestras leyes.

Pero pecado delante de Dios también es no perdonar, mantener rencor, hablar falso testimonio, mentir, avaricia, egoísmo, engañar y cualquier cosa que no sea santidad.

Pero estos pecados “menores” no están contemplados en nuestras leyes y son libres de practicarse, reprimidos únicamente por nuestra conciencia.


¿Quién pues no ha pecado nunca?

Visto desde este punto de vista, todos hemos pecado.

Asi pues, dijo Dios:

No hay justo ni aun uno, no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios.

(Romanos 3,10)

El alma que pecare, esa morirá.

(Ezequiel 18,4)

Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios

(Romanos 3, 23)


Vemos que las leyes de Dios son más estrictas que las nuestras.

Contempla lo grave, lo malo y lo leve como una sola cosa, englobándola en la misma palabra: pecado.

Nuestras leyes son mucho más permisivas, pero no por esto mejores.


Cuando Dios hizo al hombre, lo hizo santo. Pero el hombre prefirió tomar otro camino, un camino diferente, en el que incluyó pecado y desobediencia.

Esta decisión le condujo a la separación de Dios, un Dios santo que no puede ver el pecado, ningún tipo de pecado.

Pero este nuevo camino le lleva a un destino inesperado; la muerte.

Este castigo o consecuencia como queramos llamarlo, asi mismo como la separación de Dios, sigue vigente en nuestro mundo de hoy y ahora.


El hombre sigue condenado a la muerte y no a la muerte física que conocemos, sino a la muerte espiritual, la cual es peor.

La muerte espiritual es la segunda muerte, la que hay tras la muerte de nuestro cuerpo físico.

Una muerte que conlleva desilusión, tristeza, angustia y desesperación.

Pero una muerte consciente y con nuestros cinco sentidos útiles.

Este es el destino natural de la raza humana que en su conjunto rechazó a Dios y tomó cada uno su propio camino.

Este es en resumen, la consecuencia del pecado y la separación de Dios.


Pero Dios se entristece por esta situación y por la pérdida de su creación que le ha dado la espalda.

Asi la segunda parte del versículo mencionado, nos ofrece una gran solución.


Aunque dicha solución es válida para toda la humanidad, solo será efectiva para aquellos que quieran aceptarla.


Mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús


Una traducción más asequible y más fácil de entender vendría a decir,

“Pero el regalo de Dios es la vida eterna”.


Este regalo cambia drásticamente este destino que teníamos asignado.

¿Y quien no lo querría?

Como dije antes, es un problema y es una cuestión solo de fe.

No se requieren de estudios, sabiduría, astucia o experiencia.

Solo se pide creer en ello.

Es un regalo que Dios nos dá.

La condenación a la que todos estábamos destinados, se convierte ahora en vida eterna.

Una vida en presencia de Dios. Si esto es lo que buscas, naturalmente.

¿Cuál es pues el requisito?

Creer, pero creer en que, o en quien.


vida eterna, en Cristo Jesús


Poner nuestra mira y objetivos en Cristo Jesús, es el requisito.

Aunque no entendamos bien como funciona este proceso, este es pues el camino y esta es la salvación que la mayoría desprecia.

El tiempo de salvación es aquí y ahora, no después.

Y esta predicación se está practicando y poniendo en uso desde hace muchos siglos. Una predicación criticada y menospreciada por muchos.


Guillermo Blanco 5-12-2010

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