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La santidad empieza aqui

Quiero compartir un pensamiento que creo importante y que ha cambiado mi forma de pensar, extraído de una experiencia de una mujer africana de Namibia llamada Victoria Nehale en su libro “El tiempo se esta terminando rápidamente”.


En dicha experiencia resalta que los mismos pecados y defectos que arrastraban en las comunidades cristianas del primer siglo, siguen presentes en las miles de iglesias de nuestro siglo 21.

No está hablando de grandes pecados, homicidios, crímenes y delitos graves.

Está hablando de pequeños pecados que aun sabiéndolos y conociéndolos, no les damos suficiente importancia.

Pecados que aunque para nosotros pasan muy bien desapercibidos y disimulados, no pasan por alto para Dios.


De joven siempre pensé que la perfección nunca la conseguiremos aquí y por tanto, no es necesario preocuparse en alcanzarla. Vivir nuestra vida cristiana con más o menos buenas relaciones hacia los demás y esperar a que el Señor nos llame.

Pero eso no es así.

Dios nos pide y nos exige una vida santa, aquí y ahora, de lo contrario no vamos a entrar en el cielo.


Si, .. parece que las exigencias para la salvación están en un listón más alto de lo que pensábamos.


Para los que hemos creído en el Hijo de Dios como primer paso importante, no es suficiente con ser miembro de una iglesia (o no es totalmente imprescindible), ni con predicar la Palabra de Dios a aquellos que no la conocieron, ni con hacer buenas obras.

Dios nos pide una vida santa.

Cualquier pecado leve que rompa esa santidad, nos excluye de ella.


¿Pero, como vamos a conseguirlo si la Biblia dice que “no hay santo ni aun uno”?

El perdón como sabemos borra nuestro pasado y nos deja limpios, el de hace veinte años, el de hace una hora y el de ayer, las veces que sean necesarias, al igual que al ladrón que murió en la cruz junto a Jesús y fue salvo en el último momento de su vida, porque creyó.

Pero nuestro camino es y debe ser un camino de santidad.

Sé que no lo alcanzaremos plenamente, pero hemos de caminar en él, como el apóstol Pablo nos lo recuerda en el libro de Filipenses 3,12.

Otra cosa es recrearnos en nuestros pecados y convivir con ellos, considerándolos hasta normales.


Dios no hace categorías ni distinción de pecados, entre grandes y pequeños.

Todos son iguales.

En el cielo todo es santo y ningún pecado entra por pequeño que sea.

No nos equivoquemos y pensemos que Dios lo pasará por alto o nos perdonará allí.

Es aquí y ahora el momento de iniciar la santidad, por cristianos que seamos.

"Sed santos como Yo soy santo" dice el Señor” (1ª Pedro 1, 16)


¿Cuáles son esos “pecados pequeños”?

Pues están en nuestra vida cotidiana y nos son recordados en las Sagradas Escrituras.

Como ejemplo tenemos la envidia, los rencores, los celos, las murmuraciones, las mentiras, las enemistades, los pleitos, las disensiones, los partidismos.

El libro de Gálatas 5, 19 nos advierte muy claramente que "los que practican tales cosas, no heredarán el reino de Dios".

Estemos seguros que no vamos a pasar al otro lado con las cuentas pendientes.

Aquí debemos solucionarlas y cancelarlas.


Victoria añade además en su libro y en su experiencia, detalles como el no pagar nuestras deudas económicas a nuestros deudores, así como nuestras deudas hacia el Señor en referencia al diezmo que Dios nos demanda en nuestras comunidades cristianas.

Los engaños, nuestra mala relación con nuestros hermanos y amigos.

Todos los vicios que nos producen dependencias.

Cualquier obsesión que desplace la prioridad de Dios a un segundo lugar.

Y ninguno de nosotros está exento de todo esto.


Solo los de limpio y puro corazón verán a Dios, o como dice Jesús, el que no se haga como un niño, no entrará en los cielos. (Mateo 5)

Y esa pureza debe venir de nuestro interior, no de nuestras apariencias.

Esta es pues nuestra verdadera lucha y difícil misión y pocos pueden presumir de ello.


Muchas personas cristianas dan por válido el versículo bíblico que dice “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tu y tu casa”.

Bien esto es cierto, pero si seguimos viviendo aquí en la tierra después de esta afirmación, debemos ser consecuentes con lo que creemos y decimos.

Otro versículo dice:

“No todo el que me dice Señor, Señor entrará en el reino de los cielos, sino aquellos que hagan la voluntad de mi padre”.

Y parte de esa voluntad, acabo de relatarla en el libro de Gálatas.

No se puede decir que creo y seguir la vida de siempre.


Guillermo Blanco 2-8-2011

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