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Las murmuraciones

Las murmuraciones


Observo con mucha frecuencia en nuestros encuentros de grupos y reuniones de tertulia de todo tipo o convivencias entre personas, el murmurar, el criticar, el chismorrear, el enjuiciar a todo el personal de nuestro entorno.

Un vicio al que no le damos suficiente importancia y al que pensamos pasa sin transcendencia delante de Dios como una costumbre popular de nuestro actuar.


A la verdad, no es un comportamiento aceptable delante de Dios.

Es una costumbre que fácilmente se podría erradicar con un poco de esfuerzo personal.

Existen otros muchos temas de conversación para no tener que acudir a “repasar” a las personas de nuestro entorno.


Y ese vicio lo veo en diversos ámbitos.

Y siento tener que decir que esta mala costumbre la veo más acusadamente entre el género femenino.

Ya he repetido en otras ocasiones que la Biblia y en su libro de Gálatas 5, 19 nos recuerda que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Es así de duro y no debemos tomarlo a broma.


Puedes arrepentirte si así lo deseas, pero si ésta es tu tónica de vida desde hace años, o cambias de forma de actuar o te va a ser un impedimento para esa vida eterna.

Y es una gran pena el sacrificar toda una eternidad por una serie de vicios que fácilmente podríamos eliminar.


Pablo amonesta a las iglesias de Asia del siglo primero para una conducta intachable y les recuerda dejar atrás todas estas malas costumbres de las cuales algunas de ellas nosotros seguimos practicando.


Porque temo que a mi llegada no os encontraré como quisiera, y tampoco vosotros me encontraréis como quisierais. Temo que haya discordias, envidias, enojos, egoísmos, chismes, críticas, orgullos y desórdenes.

Temo también que en mi próxima visita, Dios me haga avergonzar de vosotros y me haga llorar por muchos de vosotros que desde tiempo atrás vienen pecando y que no han dejado la impureza, la inmoralidad sexual y los vicios que practicaban.

2 Corintios 12, 20-21


La salvación es un bien que hemos adquirido por la gracia de Dios pero que debemos cuidar.

De modo que, amados míos, así como habéis obedecido siempre no sólo cuando yo estaba presente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor;

Porque Dios es el que produce en vosotros tanto el querer como el hacer, para cumplir su buena voluntad.

Hacedlo todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación torcida y perversa, en la cual vosotros resplandecéis como luminares en el mundo,

Filipenses 2, 12-15


Guillermo Blanco 28-8-2011

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