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La vida de Cristo

La persona de Cristo es indudablemente el centro de las Sagradas Escrituras y su vida aquí en la tierra, marca un antes y un después en la historia.
Su vida personal desprende una trayectoria historica, humana, divina, de enseñanzas, de ejemplo y de salvación.
Todas las vertientes de su vida son de gran interés para conocer su increíble personalidad.
Jesús se hace humano al vivir entre nosotros, pero su naturaleza supera esa humanidad.
Su procedencia verdadera está en lo divino.
Su naturaleza es tremendamente grande siendo el Hijo del Dios creador que con un plan de salvación, se hace hombre y se encarna como humano a través de una virgen.
Todos los detalles de su vida son excepcionales para nuestro conocimiento.

Siendo el creador de todas las cosas, mantiene una sencillez y humildad desconocida por nosotros.

Juan describe un misterio sobre el principio de Cristo (el Verbo).
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres”.
Juan 1, 1-4

Los apóstoles conocen a Jesús, pero también quieren conocer a Dios.
Jesús les habla de un camino para llegar hasta Dios y este camino es él mismo.

Jesús le dijo: Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.
Si me habéis conocido a mí, también conoceréis a mi Padre; y desde ahora le conocéis y le habéis visto.
Le dijo Felipe: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta.
Jesús le dijo: Tanto tiempo he estado con vosotros, Felipe, ¿y no me has conocido? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Cómo, pues, dices tú: "Muéstranos el Padre"?
¿No crees que yo soy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo de mí mismo; sino que el Padre que mora en mí hace sus obras.
(Juan 14, 6-10)

Jesús se identifica como una naturaleza igual a Dios de la cual forma parte.
Es un misterio muy complicado para poderlo entender con nuestra mente humana.
Cristo está con Dios y al mismo tiempo es Dios.

Para que entendiese de una manera simple el misterio de la Trinidad, alguien me puso como ejemplo el agua.
El agua se puede materializar y presentar en tres modalidades diferentes.
Sólida, liquida y gaseosa.
Las tres tienen la misma composición (H2O), pero las tres tienen diferentes características y su apariencia es completamente diferente.

Jesucristo es todo amor y paciencia.
Su forma de ser choca en la convivencia de un mundo como éste, materialista y egocéntrico.
Pero Jesús convive entre nosotros 33 años.
El perdón, la humildad, el amor, la paciencia, la comprensión, son sus características.

Aunque gran parte del mundo civilizado no lo reconoce, vivimos contando los años a partir de su nacimiento.
Tantas obras de arte en pintura, escultura y música referenciadas a su vida que podemos ver en los museos y en obras de música clásica.
La iglesia que fundó y que hasta hoy dia perdura después de dos mil años, como ningún otro imperio ha conseguido.
Un Cristo que después de muerto ha resucitado ante el asombro de algunos centenares de personas de su época.
Y que su Espiritu vive en las personas que a lo largo de los siglos le han seguido y amado.

Dios es un Dios celoso que reclama ser el primero en nuestras vidas, pero también es un Dios que se entrega por amor a esta humanidad.

Cristo nace a partir de una virgen y su nacimiento es un milagro que nadie ha repetido. Nacer sin la participación de un hombre.
Su nacimiento anunciado por los profetas desde hacía siglos, se manifiesta y se hace realidad en un pequeño pueblo llamado Belén.
Magos que conocen estas profecías, se desplazan hasta el lugar para adorar a este niño Dios encarnado en humano.
Crece, enseña en el templo a temprana edad y a sus treinta años inicia su ministerio. Un ministerio de tan solo tres años dedicado a proclamar el mensaje de salvación entre los hombres.
Enseña parábolas y hace milagros.

El Cristo como Hijo de Dios, creador de todas las cosas, es llevado a una muerte de cruz bajo burlas y azotes.
Como un cordero inocente llevado al matadero.
Sin rechistar, sin rebotarse, sumiso ante esa injusticia, porque sabía que esa muerte era necesaria y abriría las puertas del cielo a todos los que le acepten.

Para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14,3)

Un Cristo pacífico y sufriente que soporta todas las torturas e insultos de los cuales la peor de ellas no fue la muerte de cruz, sino la separación de su Padre Dios en el momento que cargaba con todos los pecados de la humanidad y se hacía pecador sin serlo.
Ante esta situación, Dios padre, santo y perfecto, tuvo que perder el contacto con su Hijo por un instante.

Dios mio, Dios mio, ¿Por qué me has desamparado?”
(Mateo 27,46)

Ese fue el máximo dolor de Cristo, un dolor incomprensible para nosotros habituados a convivir con el pecado.
Pero Dios le exaltó a lo sumo y le dió la máxima autoridad.
El Hijo se hace puerta de entrada de la humanidad al cielo.


Guillermo Blanco 8-9-2010